Una extraña relación·2

Al otro lado habían dos chicos discutiendo y decidí que quería una comida alegre por lo que abrí la puerta.
-¡Hola! Pasar, pasar...


Capitulo 2

-¡Ahh, me has hecho daño!
-Te lo has ganado. Ya se que no te apetecía venir,pero nos han invitado a todos, por lo tanto te vas a comportar correctamente durante la comida.
-¿Y si no me da la gana? ¿Y si hago que quedes mal delante de los nuevos vecinos?
-¡Pero tú quien te has creído que eres! Mira Jaime, te juro que a la mínima impertinencia que vea en esta comida no vuelves a tocar un cacharro electrónico en tu...
En el preciso momento en el que abrieron la puerta, la expresión de la cara de mi padre cambió. Con una sonrisa de oreja a oreja miro hacia abajo. 

-Podéis colgar ahí vuestros abrigos-señalé el perchero y puse carita de buena-, os los colgaría yo, pero no llego. 
Apareció mi madre. Menos mal, no sabía que decir y me estaba dando un poco de corte. Entraron tres personas en mi casa, y empecé a observar detenidamente uno a uno. El hombre adulto era seguramente un cuarentón. Tenía muchas canas visibles y se le estaba empezando a formar una calva en la cabeza. Era robusto y con bastante tripa y al contrario que el pelo de su cabeza, tenía un bigote muy poblado. Después había una mujer un poco más joven que el hombre. Tenía el cabello rizado, de un color negro azabache y era de estatura media. Por ultimo estaba el "jovencito",  como le hubiera llamado mi abuela. Era bastante alto. Su tez era más pálida que la de un muerto, y su cara completamente inexpresiva. Su pelo era castaño al igual que sus ojos. Sus ojos, se podría decir que reflejaban una oscuridad total, pero lo más correcto seria decir que no reflejaban nada, era un vacío infinito. Un abismo por el que si te cayeras, no morirías por el impacto sino por aburrimiento, ya que nunca llegarías a rozar el suelo. Que fallo el mio. Nunca debí mirar esos ojos, ya que serían mi perdición. Tan solo tenía seis añitos y algo ya me dijo que no iba a salir bien. Pero yo con toda la inocencia del mundo me enamoré, aunque en ese momento no lo supiera.

Mi padre le dio dos besos a la que supuse que era la madre de la niña que nos había abierto la puerta y Susana y él la siguieron al salón donde fueron a tomar unos aperitivos antes de comer. Iba a ir tras ellos cuando me percaté que la niña me observaba. Me examinaba más bien. Empezó por los pies y fue subiendo poco a poco. cuando llegó a la cabeza pense <<Por fin>>, pero no. Posó su mirada en mis ojos, y parecía que no pensaba apartar la vista nunca. Ya que parecía que iba a tardar un rato en dejarme ir, me planteé observarla yo a ella. Llevaba puesto un vestido rosa con volantes. Su pelo era de un tono de marrón muy clarito y le caía liso hasta los hombros, y sus ojos eran azules. Pero azules mar no; azules cielo, un cielo infinito. Lo que más me llamo la atención era su sonrisa. No se le había ido desde que nos abrió la puerta. Era una sonrisa sincera e infantil. Le faltaba algún diente, y eso la hacia todavía más divertida... Era extraña. No, ni ella ni su sonrisa. Me refiero a el impulso que me dio de sonreír yo. Lo controlé. No había sonreído ni una sola vez desde que murió mi madre y me parecía que estaba mal ser feliz después de eso. Quería salir de esa situación tan incomoda como fuese.
-¿Me enseñas tu habitación?

Estaba yo en mi mundo cuando él me interrumpió-
-¡Sí! ven sigueme!
Le cogí de la mano y lo lleve a mi habitación.

                                                                                                              Continuara...