LA PEOR NOCHE DE MI VIDA

 Se puede decir que yo era la chica más feliz del barrio. Sí, lo era. Ahora no.

Dejé de ser feliz un treinta de agosto, en una noche tormentosa, cuando, entre un trueno y un rayo, un grito rasgó el aire. Era un grito de terror.

Yo no era un mal hombre. Lo que pasó fue horrible para mí. Veréis, un día mi esposa me abandonó y se casó con otro hombre. Yo tenía tantos celos que fui a su casa, le asesiné y huí. Desde aquel día me dediqué a vagar por allí. Pueden decir que estoy loco, pero no es así. Y ahora diréis: ¿por qué mataba gente? Bueno, no había una razón propiamente dicha, pero a veces recordaba mi tragedia y mataba una persona. Siempre mujeres.

Yo estaba muy asustada. Mi padre, que es policía, tenía, naturalmente, que averiguar qué estaba pasando y atrapar al asesino. Entonces este pasó por nuestra calle a toda prisa. Mi padre se interpuso en su camino pero el asesino le clavó una navaja en el estómago y se fue como había venido. Yo fui corriendo al lado de mi padre mientras marcaba el número de la ambulancia, pero ya había muerto.

Al final acabé en la cárcel, como uno de todos los hombres presos. Yo no lo había hecho adrede, no quería matar a ese hombre, pero estaba asustado  y fue un impulso. Lo repito ahora; yo no era un mal hombre, y no mataba por diversión.

Supe por los periódicos que al asesino le había atrapado la policía.

Tras recordar todo sobre aquella noche, deposité las flores en el ataúd de mi padre y, secándome las lágrimas, volví a casa.