La Ruina

Una vez conocí a una mujer, una mujer con una grave obsesión.
Cogía una cafetera del almacén y una nueva taza para el desayuno,después un nuevo tubo de pasta de dientes y sacaba otro cepillo de su envoltorio, otro vestido del armario y nuevos zapatos a juego.
Al llegar a casa, después de hacer recados, preparaba la cena con las cacerolas que acababa de comprar, y de nuevo, otro tubo de dentífrico y otro cepillo fuera del envoltorio.
Al terminar colocaba nuevas sábanas y otra colcha para dormir.Así día tras día, nunca reutilizaba nada, y eso poco a poco la supuso un gran problema.
Su marido, el dueño de la mayor cadena de centros comerciales de la ciudad, cubría todos sus gastos pero después de un año y medio casados él la obligó a reducirlos.
La mujer, en vez de reutilizar las cosas, dejaba de hacerlas, si no había dinero para una plancha nueva, no le planchaba la ropa a su marido, sin fregonas nuevas no limpiaba el suelo, y aún así seguía gastando demasiado.
Su esposo no pudo más y la echó de casa.
Semanas después, estaba sentada en una cafetería saboreando una taza de té cuando observó a un apuesto caballero que entraba por la puerta con una cara gabardina y un maletín de trabajo en la mano. Meses después ya estaban casados y la mujer se pudo permitir todos sus caprichos, pero no por mucho tiempo.
Pasó por otros tres matrimonios, a cada cual más corto, tres corazones rotos y tres hombres arruinados
Y allí estaba ella, bajo la lluvia, con su último vestido de seda, acurrucada sobre sí misma, rodeada de cosas que la podían haber salvado, pero que ya las había utilizado.