La señora Wakefield se levantó del sofá al oir que alguien entraba por la puerta.
Al ver la figura de su marido en el umbral, se le paró el corazón unos segundos, y la taza que sujetaba con ambas manos se precipitó hacia el suelo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y Wakefield no pudo reprimir una sonrisa, pero se quedó allí de pie, rodeada de tajantes trozos de porcelana.
¿Qué significaba aquello, el final, había llegado el fin de sus días y su difunto marido venía a llevársela al otro lado, para descansar por fin en paz? No, era real estaba allí de verdad, casi le costaba asimilarlo.
Quería gritarle y a la vez abrazarle, había tantas preguntas: ¿Dónde había estado?, ¿qué había hecho?, ¿por qué no había vuelto antes? De verdad le había roto el corazón, ¿podía confiar en él?Pero si después de tantos años había vuelto, sería por algo, después de tanto tiempo, la seguía queriendo.
A pesar de las dudas, de las miles de preguntas, le quitó la gabardina y se sentaron ante la chimenea, juntos, en silencio, porque lo importante era que había vuelto.
me parece que el final es muy romántico y me encanta como planteas las preguntas que se hace la mujer.
ResponderEliminarpirañita, sique escribiendo!!!!