El camino era muy, muy largo, si te figabas bien con tus atónitos ojos no se podía ver el final de aquel camino.

A los bordes, había múltiples especies de árboles, donde los pájaros trinaban al saber que comienza un nuevo día con la pesada tarea de sobrevivir. Además de estar rodeado por hermosos árboles que bailaban al ritmo del viento, el camino era arenisco, de un color ceniza que se calentaba cuando el sol posaba sus enormes rayos sobre la fina capa de tierra

Aquel camino era tan largo, que no se podía medir ni can regla ni con compas, pues era tan largo...

Era tan largo que estaba deshabitado, ni los más fuertes adletas, con los más potentes músculos, conseguían acabarlo, pues cuando llevaban unos cuantos kilómetros veían el resplandeciente sol brillar ante sus cerrados ojos indicandoles que lo que hacían era lo imposible, lo que hacían era una locura.

Era tan largo, que la gente solo iba allí cuando quería contemplar lo largo que era, pero a muchas esas personas el camino representaba dos palabas: infinito y soledad.

¡Era tan largo! que solo con mirarlo te entraba el cansancio, solo cuando te dabas la vuelta cesaba aquella tortura.

La gente admiraba aquel camino, pues nadie supo ni sabrá a qué mundos maravillosos conduciría, pues era tan largo...