LA ESPADA MÁGICA

Hace ya muchos años, cuando los romanos estaban en guerra contra los Bárbaros del Norte, había un joven soldado romano de origen humilde que servía a las órdenes de un capitán déspota y malvado.

Un gélido día de finales de invierno, el joven soldado iba haciendo su ronda, vigilando que todo transcurriera con normalidad en el pueblo, cuando, de pronto, fue sobresaltado por unos gritos procedentes de la plaza. Encontró al viejo y pobre herrero tendido en el suelo, y a su despiadado capitán mofándose de la mugrienta espada que le había ofrecido para poder luchar en sus batallas.

El soldado se acercó al perverso capitán y le entregó la espada que él mismo iba a utilizar, tratando de que dejara en paz al pobre anciano.

Entonces el herrero, agradeciéndole su honorable comportamiento, le regaló la espada que su capitán había tratado con tanto desprecio.

Él la empuñó y se fue al campamento, agradecido, mientras el capitán estallaba en carcajadas.

Durante las innumerables y dolorosas batallas que se libraron, el joven soldado se percató del maravilloso regalo que le había entregado el herrero.

La espada mugrienta, aquella espada mugrienta, era mágica y maravillosa. Cuando alguien valiente, noble y honorable la empuñaba, era capaz de derrotar a todo un ejército.  La astuta espada se movía sola y él, sólo tenía que agarrarla.

Al final de las guerras, ya en primavera, el soldado había sido ascendido a general, mientras que el capitán no había conseguido triunfar sobre ningún bárbaro.

Así que el capitán aprendió que si no hubiera rechazado la vieja espada de aquel herrero, habría ganado más batallas y habría sido ascendido a general.