Cuenta la leyenda sobre un joven judío, hijo de dos comerciantes, llamado Gabriel.
Gabriel era un chico culto que le gustaba leer y escribir; por eso todas las mañanas las pasaba en la Escuelta de traductores de Toledo.
Allí, en la escuela, pasaba la mañana aprendiendo del resto de traductores con más experiencia y traduciendo pequeños fragmentos. Después de eso, por la tarde, volvía a su casa donde le contaba tolo lo que había aprendido aquel día a su madre.
Un día cuando volvía de la escuela a casa y paso por la Travesía de la Judería, como hacia diariamente, supo que algo malo había pasado al malo había pasado al no ver gente en las calles como era de costumbre.
Cuando finalmente llego a su casa corriendo casi sin poder respirar, se encontró a su familia tendida en el suelo sin vida. Lágrimas caían por sus mejillas, mientras sus puños se cerraban con todas sus fuerzas.
Más tarde se entero que la muerte de su familia, y de decenas de más de ellas, había sido debido a que los cristianos habían invadido la judería; eso a Gabriel lo enfureció aún más.
Fue en ese preciso momento cuando Gabriel empezó a tramas un plan de venganza contra los que habían quitado la vida de su familia sin piedad alguna.
Ya de noche Gabriel se dispuso a poner su plan en marcha. Entro dentro de la Catedral de Toledo, y sin que nadie se diera cuenta, robó la Virgen María que estaba perfectamente colocada antes de que él la cogiera.
Ya con la figura de la Virgen en sus manos, Gabriel salió corriendo de allí. Al principio vacilaba sobre donde iba él a dejar el obsequio que le había robado a los cristianos. Decidió ir a la sinagoga "Nadie buscara allí" fue lo que pensó el joven.
Ya allí en la sinagoga la escondió sin que nadie pudiera verla, en el momento en el momento en el que salía de allí, se le dibujó una sonrisa pícara en su rostro mientras pensaba "¿A quién rezareis ahora, vosotros cristianos?".
A la mañana siguiente, en su a la escuela de traductores, se dio cuenta de que había una multitud de gente frente a la Sinagoga; curioso se dirigió hacia ella, Gabriel se dio cuenta de que una luz blanca que brillaba como si fuese una estrella. Aquella luz era la de la Virgen que resplandía para que sus seguidores pudieran encontrarla y rezarla.
Nunca se descubrió quien fue el responsable de que la Virgen llegará hasta allí; pero desde ese día esa sinagoga se empezó a llamar "Sinagoga de Santa María la Blanca".
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