Las Cuevas de Hércules:
Cuenta la leyenda
que dos jóvenes, Pedro y María, enamorados, querían formar una familia, casarse
y permanecer juntos como mucha gentes pensaba y quería. En aquella época había
mucha pobreza y la boda de una hija era un buen negocio. El padre de ella no
daba permiso para casarse porque Pedro no tenía mucho dinero por lo que no
podía ofrecer nada.
El padre de María ya
tenía la boda planeada con otro hombre maduro, un rico comerciante de la ciudad
recientemente viudo. Pero tras las
súplicas de María a su padre, finalmente decidió darle una oportunidad a Pedro,
pero proponiéndole que si en unos días conseguía igualar o superar el dinero
del rico comerciante, que le había propuesto al padre de María, ella sería
suya.
Pasaron dos días y
Pedro y María lloraban desoladamente, porque no encontraban ninguna solución
para el problema. Una noche de niebla, Pedro
paseaba por las calles de Toledo en pleno invierno, tras hablar con
María de la solución. Hasta que cuando llegó a la iglesia de San Ginés creyó
saber la solución. Corrió a casa de María y se despidió diciéndole que si no
volvía supiera que ella era la única mujer para él.
Minutos después
Pedro empujaba la puerta de la iglesia de San Ginés, que bajo de ésta estaban
las “Cuevas de Hércules”, según había oído muchas veces a su abuelo y según lo
que contaban las leyendas, había oro y riquezas.
Atravesó la iglesia,
tan solo iluminadas por velas y7 tras empujar una pequeña puerta, entró en la
oscura cueva. Recorrió unos escalones y entró en lo que parecía un camino sin
fin. Tras tanto rato allí dentro empezaba a debilitarse y a quedarse sin
oxígeno y un olor que procedía del final del túnel que apenas podía ver. Al
poco tiempo, lo único que sentía era como su cuerpo daba con el suelo por el
que caminaba…
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