Sonaban
las campanas, tocaban las once. Como de costumbre Tomás salía
por la puerta trasera del monasterio, pues todas las noches se
dedicaba a llevar alimentos a los mendigos que ocupaban la peligrosa
plaza de Valdecaleros.
Se
dispuso a atravesar rápidamente el callejón que
comunicaba con la calle San Bernardo, pues era famosa por la cantidad
de tabernas y borrachos que acudían a ellas. Ya cuando volvía
por el mismo camino se sorprendió al cruzarse con una
dama de largos rizos posiblemente de la alta sociedad pues vestía
con traje de gala. Era preciosa. Pero siguió su camino.
Cuando
veía las luces del monasterio al final del callejón,
notó la suavidad de unas manos delicadas en sus hombros. Acto
seguido un dolor infernal sobre su espalda. Gritó.
Luego
ya no sintió nada, ya no escuchó nada y ya sus ojos no
vieron nada y como un muñeco de trapo, deslizó
lentamente su cuerpo por la pared hasta quedar inmóvil en el
lugar.
Don
José se dispuso a entrar en el taller de la esquina
-
Alfonso, ¿podrías acercarle estas sandalias a mi esposa
catalina?
-Porsupuesto,
como no.
Tras
un largo día de trabajo, Alfonso cerró su taller, y se
dirigió a la casa de su amigo, tomando así la calle del
Coliseo. Le encantaba pasear por allí, su deseo desde niño
había sido vivir en esa calle, poro solo era digna para
la gente millonaria de la ciudad. Entonces oyó los gritos de
una mujer que se asomaba por la ventana, ya sólo por su
belleza, Alfonso quiso ayudarla y no tardó ni un suspiro en
subir a su vivienda para rescatarla. Pero al cruzar la puerta no se
encontró a nadie, a su espalada se cerró la puerta y ya
en la oscuridad escuchó una macabra canción que sonaba
en el lugar. Más tarde en el silencio de la noche, un disparo
escalofriante sobre su nuca provocó su muerte en el acto.
-Señor,
le dejo su equipaje aquí.
El
joven invitado asintió, mientras apreciaba los motivos
esquisitos de la araña que alumbraba el salón. Acto
seguido recogió sus pertenencias y se acomodó en el
dormitorio indicado por su anciana tía, ya al roce de la
muerte.
Debía estar descansado, en pocas horas llegarían
los invitados a la fiesta de su bienvenida. Pues toda la familia
ansiaba por conocer al nuevo y también desconocido heredero de
toda la fortuna del empreserio mas envidiado de la ciudad, su abuelo.
Todo
el mundo quedó envuelto en su simpatía y alegres por
este encuentro bailaban, bebían y comían sin parar.
Esa
misma noche conoció a una bella dama, hija del duque de Toledo,
que esta debió sentir cierto interés por Dorian pues agarrándole la mano se lo llevó a paseo por los jardines del palacete. Todo parecía ser la noche perfecta de verano: luna llena, cierta brisilla, cielo estrellado, y de fondo su canción favorita que se oía desde el edificio.Se querían. O eso pensaba él pues mientras sus brazos la rodeaban ella aprovechó clavándole la daga hasta darle la muerte. Su estremecedor grito, avisó a algunos invitados que también disfrutaban de aquella noche en los jardines. Pero ya fue tarde, solo una criada pudo verla correr bosque adentro.
Se dice que no volvió a salir de allí, que ni si quiera llegó a entrar. Se rumorea que ella era un fantasma con hambre de venganza, algunos pensaban que era una novia rechazada, otros, una dama quemada injustamente por hereje y bruja. Lo que es cierto es que según la leyenda ha de andarse con cuidado por las calles de Toledo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario