Guárdate los pensamientos o grítaselos al viento...

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domingo, 7 de abril de 2013

Cuento opcional del cómic Arrugas


Don Gustavo

Recuerdo como le quería, la cantidad de veces que reí y llore a su lado. Sabía hacer sentir especial a cualquiera, sus bromas sus sorpresas, sus locuras… hacían que mi vida aquí fuese algo más interesante día a día… él se llamaba Pedro o Pepe o incluso hubo días que llegó a llamarse María, pero para mí siempre fue Gustavo, Don Gustavo.
Yo trabajaba en una residencia y sinceramente no recuerdo cuanto tiempo llevaba Gustavo con nosotros, pero sí sé que era un fanfarrón y un desagradecido, nunca quería hablar con nadie y si lo hacía lo hacía, de muy malas maneras. Pudo ser así, hasta que me conoció, o eso decía él y siempre me repetía: “Sara, hija mía, me has cambiado la vida.” Pero la vida me la cambió él a mí.
Yo le cuidaba y aunque estaba en plena forma, tenía una gran barriga, que cada vez que se reía ésta se movía al compás de su risa como si le acompañara, apenas tenía pelo solo un par de cabellos blancos, y una sonrisa que podía hacer sonreír hasta la mínima persona que se veía incapaz de ello… cuantas veces me ayudó a mí su sonrisa…
Un día mientras dábamos nuestro paseo diario por el parque, le pregunté el motivo de su desprecio por estar con la gente, él me respondió diciendo: “verás, llevo aquí más años de los que puedas imaginar, ni siquiera yo los recuerdo, solo sé que he visto morir a tanta gente que no quiero coger cariño a ninguna más.” Sinceramente al escuchar esto me quedé perpleja, era la primera vez que le veía decir más de dos o tres palabras y precisamente no las decía con un tono muy borde. Continué la conversación diciendo: “coger cariño a la gente no tiene nada de malo, al fin y al cabo todos morimos algún día.” “Sara, tu eres joven, tú no has visto como tu familia moría en tus brazos y tu único hijo te abandonaba en esta residencia… Sabes tú eres especial, Sara, hija mía, tú me has cambiado la vida.” Después de decir eso no pude evitar las ganas de darle un abrazo, y así lo hice.
Desde aquel momento Gustavo era una persona diferente hacía reír a la gente. Ayudaba a los demás, aunque él tuviese problemas, eran más importantes los demás. Aquel hombre consiguió cambiar esa residencia para siempre. Todos estaban contentos y alegres de vivir en un sitio dónde se sentían especiales aunque hubiese o no una enfermedad que les acechara, como a Gustavo, se guardó el secreto para seguir haciendo sentir importante a los demás…
Él tenía problemas de corazón, verdaderamente muy importantes, pero le deban igual. Hasta que un día, lamentablemente para todos, le dio un infarto. Le llevaron a la enfermería y le atendieron lo mejor posible, pero allí acabaron sus sonrisas que tanto nos ayudaron.
Recuerdo que no pude llorar más, nunca había imaginado que ese momento llegaría y por desgracia, había llegado. Fui al hospital a despedirme y allí en su lecho de muerte me repitió la frase que me hizo quererle tanto: “Sara, hija mía, me has cambiado la vida.” Después cerró los ojos y su corazón durmió para siempre. 

5 comentarios:

  1. ME CORRIJO... ¡¡¡¡ES PRECIOSOOO!!!!

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  2. te has basado en algo????

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  3. Es una buena versión del cómic de "Arrugas" pero sin la enfermedad, quedándote sólo con el lado humano del personaje. Está muy bien pero le falta tensión, le falta un conflicto que desafíe al protagonista; por eso la historia resulta un poco plana. Falta gancho y falta elaborar más el lenguaje, como le he puesto a tu compañera en la leyenda de Toledo que ha publicado. ¡Gracias!

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  4. ¡Muchas gracias PaMeSaMi! Me alegra que te haya gustado.

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